Comentario
En la batalla de Salamina, los empeños de Temístocles se manifestaban contrarios a los proyectos espartanos de reducir la defensa a la península del Peloponeso. Después de Salamina, el rey Euribíades se mostró contrario a seguir a los persas y a cortarles la retirada en el Helesponto, plan propuesto a la Liga por Temístocles. La interpretación generalizada tiende a ver desde estos momentos una actitud creciente en Temístocles, que vendría a ser como una premonición de la guerra del Peloponeso, basada en que el verdadero enemigo para el desarrollo de la nueva Atenas, marítima y democrática, guiada por una política protagonizada por los intereses de los thetes, era Esparta.
Las diferencias se mostraron sobre todo en el año siguiente, cuando, en el momento en que los atenienses se pusieron a fortificar la ciudad destruida por la ocupación persa, se presentó una embajada de Lacedemonia para intentar impedirlo, según Tucídides, porque temían la fuerza que se estaba gestando en Atenas, puesta de manifiesto en las capacidades demostradas en la guerra, aunque ponían como pretexto que así los persas, de hacer un nuevo ataque, no tendrían donde hacerse fuertes, como hicieron en la ocupación anterior. Entonces Temístocles actuó como consejero de los atenienses y propuso enviar una embajada para tratar el asunto en Esparta, con lo que, alejada la embajada espartana, podría emprender subrepticiamente la obra de fortificación. El propio Temístocles fue en embajada a Esparta y decía esperar a sus compañeros para hablar oficialmente del asunto, con lo que daba tiempo a terminar la obra. A los que desde Esparta iban a comprobar lo que pasaba en Atenas los retenían, por orden igualmente de Temístocles, hasta que ya pudo anunciar la finalización de la obra. Así consideraba que la ciudad podría ser más fuerte y hacerse oír en el mundo griego en general.
De este modo surgió uno de los primeros motivos de distanciamiento entre Esparta y Atenas. Pero en ésta el protagonismo lo representaba Temístocles, defensor máximo de la política naval y de concentrar las defensas en El Pireo, lugar protegido por el acceso al mar, igualmente vehículo de aprovisionamiento. Así, con visión de futuro, se manifestaban los planes de Temístocles.
Sin embargo, ante la nueva participación en la política expansiva de personajes como Arístides y Cimón, en Atenas se fue configurando una diferencia entre las actitudes más conciliadoras de éstos y la del propio Temístocles que, según una anécdota contada por Plutarco, había propuesto destruir la flota de todos los griegos, frente a la que triunfó la postura de Arístides, que consideraba la medida útil, pero injusta. Las diferencias internas de Atenas corren paralelas a las que se fraguan dentro de Esparta, donde reclamaban judicialmente a Pausanias, por inclinación al modismo y tendencia a la tiranía, apoyado en los hilotas, a los que prometía la libertad y la ciudadanía.
Temístocles fue sometido al ostracismo y cuando los espartanos lo reclamaron acusado de colaborar con Pausanias, el pueblo ateniense atendió a las reclamaciones. Temístocles estaba solo en Atenas en su política antiespartana, pero podía coincidir con los espartanos que pretendían que el sistema se transformara. Es bastante probable que Temístocles colaborara desde Argos, en torno al año setenta, en los movimientos antiespartanos que surgieron en el Peloponeso, unidos normalmente a procesos oscuros de democratización.